La sombra asomada por la ventana, espera, con sus ojos profundos y perdidos en la tarde, sueña. Perdición sin gravedad e inagotable, sólo la maldad entiende este silencio. No me contesta, no me oye, palabras más, palabras menos, todas son aire. La sombra es un demonio y una virgen, un pentagrama y una cruz, la odio con mi corazón y la amo con mi corazón, desearía no haberla conocido nunca, pero me da miedo nunca haberme cruzado en su camino, en ese encuentro marcado por el odio.
La sombra bebe alcohol y fuma marihuana, no siente recato al desnudarse frente a mí, no siente nada por mí y me utiliza, soy su mejor objeto. Yo la perdono, porque tarde o temprano terminará destruida por sus excesos, y tarde o temprano terminaré destruido por ella, la perdono, porque ella es necesaria en mi vida, mi pulsión de muerte más querida. Sé que ella no quiere ser mala conmigo, es sólo que yo provoco toda esa ira y el desprecio, sobre todo el desprecio.
Nuestro amor es sucio y es preciso ser abyecto y besar sus pies. Nunca nos encontró el sueño, hacíamos sombras con los cuerpos, sus besos son mi certeza más desnuda, el punto final de nuestra historia, y nuestras manos se trasfundieron en las manías, y su hallazgo es una llave sin cerrojo, un recuerdo en el olvido, en el que éramos dos arañas copulando.
La sombra espera en su ventana, inmóvil e inmutable. La sonrisa en su rostro me es incomprensible, el problema está en la perspectiva, ella simplemente sonríe al revés y yo no sé sonreír.
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D.R. © 2016, Jorge Alejandro Saavedra Flores, Gejorotto. Astillas. México, Ciudad de México.
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